Adolfo Castelo y cía. hacían "Mirá lo que te digo" en Del Plata allá por el 2001. El Adolfo bueno volvía de las tandas con un "escuchá lo que te muestro" complementario a la frase que daba título al programa, el cual era de seguimiento cuasi obligatorio entre la oferta del dial de la época.
Después vino el paso a Mitre, unos años después el Adolfo bueno se quedó sin aire para siempre, pero el programa siguió y experimentó cambios, rotaciones, salidas... y la definitiva baja de grilla, hace unos días.
Por el blog de la fla-q-cha me enteré del tema, me encontré con un blog hecho por oyentes y ex-conductores de "La siesta inolvidable", comentarios, enojos, cartas de la gerencia de programación de Mitre, y la visión de Halperín sobre el tema, desde una nota en Página/12.
Y volvemos a la antinomia que no se lleva bien con cierto espíritu que sobrevuela muchas producciones de radio, muchos estudios, muchas consolas: hacer radio para los que piensan, aún pensando distinto, o hacer radio que compita con eso-que-transmiten-los-otros, parándose en la misma vereda para chorearle los clientes.
Me hace acordar a algo que pasó en mi barrio con la explosión edilicia producto de la germinación de una universidad privada: determinada cuadra en su momento, tenía en un radio de 40 metros lineales, tres kioscos. Repito: 40 metros, tres kioscos. En todos había lo mismo, quizás en el de más hacia la esquina su combinación con librería lo distinguía del otro, que era más maxikiosco, y del tercero, que era kiosco solo. Una sola cuadra. Tres kioscos. En los tres había puchos, rhodesias, chicles y gomitas para el pelo.
Pero en los tres atendían distinto.
Eso no le importaba al señor que fabrica rhodesias, chicles y puchos, sino al que compraba esos elementos, quien recurría a cada uno según sus gustos y afinidades personales, y de última al kiosquero, que mucho no podía hacer con su idiosincracia salvo romperse el totó como cualquier laburante.
En el país del rating, el dueño de todas las rhodesias, los chicles y los puchos que puede vender un kiosco, no es el kioskero, sigue siendo el que fabrica las rhodesias, los chicles y los puchos, y es el que decide cosas como "mirá, sabés qué, vos me vendés menos puchos y rhodesias, así que este mes vas a vender sólo chicles, y los puchos y las rhodesias se las paso al kiosco de masallá, donde atiende la mina esa que trata bastante para el orto a todo el mundo; pero vos sabés cómo venden un par de buenas tetas... todo el mundo va para verle las tetas y yo gano guita lo mismo o más que si te dejo mercadería a vos."
No tan así, quizás. Lo de arriba es una metáfora medio bestia y producto de la bronca que me da que los que terminamos eligiendo entre lo que hay en oferta, no tengamos demasiado para elegir en algunos lugares (no sé si te suena: pero en algunos supermercados a veces para vender una marca, sacan otra de la góndola durante un tiempito: si querés tal producto, llevalo de tal marca, porque no tenés otra opción disponible, y si no te gusta, no compres. Pero la mayoría, la inmensa mayoría, termina comprando. Así funciona.). Pero como dijo uno de los oyentes (ahora lectores), "nadie es dueño del saber, pero postular que el único "saber" que vale es el de IBOPE es de una soberbia inaudita".
El día que vuelvan estos extraditados del aire, pese a que me es muy difícil trabajar escuchando radio prestándole la necesaria atención (razones que no vienen al caso) y visto que lo que vale es tener prendida una radio aunque no se le de cinco de pelota a lo que por ella sale, tengan por seguro que contarán con mi encendido. Así, señores anunciantes -y gerencias de programación-, es como cumpliré con la soberana pelotudez que proponen para mantener a gente que sí vale la pena en el aire, y quedará demostrado una vez más que no importa el contenido, siempre y cuando venda lo suficiente, aunque sea por el absurdo.
Mirá lo que te digo, escuchá lo que te muestro, nos lo decía Adolfo el bueno hace años, todos los días, y no era un jingle publicitario. O sí, pero de otra cosa.
PD: al día de hoy, en mi barrio, sobrevive el kiosco que mejor trataba a los clientes. El de la tetona y el maxikiosco desaparecieron. El consuelo está en la metáfora, parece.
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