miércoles, abril 09, 2008

a mirar el mar

Mi abuelo me llevó una vez, en Mar del Plata, a mirar el mar.
Yo no sabía qué era "mirar el mar". No se me había ocurrido que el mar, además de servir para meterse adentro, arrastrar aguavivas y destruir a la tardecita todos los castillos que habíamos hecho durante el día, era algo para ser mirado. Mucho menos sabía que no toda la costa tenía arena para jugar a hacerse milanesa: para una nena de 6 años bastante tranquila, junto con el mar venía la idea de que lejos del otro lado donde había elefantes y monos, también había jirafas, en el agua del medio vivían un montón de pececitos (riquísimos), y que por allá por los pies era el lugar de la arena, donde si teníamos suerte podíamos encontrar caracoles bonitos y piedritas de colores. Ni idea de que también en la costa había piedras ni de todo el barullo que puede meter el mar cuando da contra ellas.

Ibamos con mi abuelo caminando por el murallón, descubriendo la novedad de que había piedras allá abajo en el agua, cuando de golpe se puso más oscuro y empezaron a caer algunas gotas de lluvia. Para mi sorpresa mi abuelo no se movió, sino que se quedó mirando cómo las olas rompían cada vez más fuerte contra las piedras. Se largó a llover tupido, nos empezamos a mojar, pero mi abuelo seguía mirando el mar, como si no pasara nada. Yo no entendía por qué él no empezaba a decir, como mi mamá, que no nos mojáramos porque nos podíamos enfermar, ni por qué seguía ahí parado mirando el alboroto acuático que nos estaba salpicando bastante y a mí ya me había mojado el solero. Miraba el mar, callado, y apenas se pasó una vez los dedos por el pelo, sacándose el agua.

De repente se dio vuelta, me agarró de la mano con una sonrisa y me dijo "¿vamos?", lo más pancho del mundo. Cruzamos la calle corriendo porque se había largado en serio, pero si bien era casi seguro que se iba a ligar el reto por andar paseándome bajo la lluvia, él iba a las carcajadas todo empapado mientras caminábamos rápido a la casa mirando cada tanto hacia atrás, hacia el mar ese que tenía piedras y ahora estaba enojado haciendo bochinche y tirando agua por arriba del murallón.

Hace bastante más de 30 años que no me olvido de ese día, y sé que ya en ese ratito que estuve parada al lado del mar con mi abuelo, me dí cuenta de que algo desde ese momento había cambiado para mí; me empezaba a dar cuenta de que las cosas que nos resultan diferentes a lo de siempre pueden mirarse sin tenerles miedo, y que si mi abuelo hubiera decidido hacer lo correcto del caso (irnos corriendo) ni bien empezó a llover, yo no hubiera visto nunca un mar bochinchero, las nubes más negras del mundo, no hubiera tenido el solero mojado con agua con sal y la cabeza con agua dulce. Yo no hubiera visto con él la primer lluvia de mi vida sobre el mar, así como tampoco hubiera podido guardar en mi cabeza esa foto de las olas rompiendo en espuma y mi abuelo mirándolas como no estando, como también acordándose de una foto, o quizás, sacando él una con sus propios ojos.

+ De esto me hizo acordar este post de Lorena.
La de abajo es del último mar que miré este año, ya saben dónde.

20 comentarios:

Mona Loca dijo...

Me encantó la anecdota, Bater.

Y si, es increible lo que se puede descubrir cuando se cambia de punto de vista, no?

A veces necesitamos que nos guíen la primera vez, para después ir solos...

bsis

Sacerdote dijo...

Que hermoso recuerdo, disparo en mi las remembranzas de ese lugar. Un lugar mágico, cargado de sentimientos y recuerdos de una infancia feliz. Es allí, precisamente a la rambla de Mardel, el único lugar fuera de capital que ya arregle para visitar, casi como volver al barrio de la infancia. Gracias Bater. Un disparo certero al corazón.
http://www.mardelplatawebcam.com.ar/camara_en_vivo/playa_bristol/

Anónimo dijo...

Uy, que lindo recuerdo. Con lo mucho que me gusta el mar, aunque hace casi diez años que no lo veo :(

Mar dijo...

Más que al mar me hizo acordar a mis abuelos y todas las cosas que uno descubre gracias a ellos.

. dijo...

Me hiciste acordar a este texto de Galeano:

- - - - - -

Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.

Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.

Cuando el niños y su padres alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.

Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:

¡Ayúdame a mirar!

- - - - - -

DudaDesnuda dijo...

Yo recuerdo un verano en particular con mi viejo, caminando por la orilla y él hablándome de su primer amor (que no fue mi vieja). Recuerdo que paramos y nos sentmaos en la arena, el hablaba y miraba el mar. Yo lo escuchaba y el mar me miraba a mi que lo miraba a él y algo de mar había en mis ojos...
La foto que tengo de mi viejo en la biblioteca está mirando el mar. Con los brazos cruzados, mirando el mar... creo saber que le devolvía el mar.

Besos y recuerdos.

Anónimo dijo...

qué buena experiencia! Y que bien contada!

Creo que cuando somos chicos, nos marcan esas cosas que hacen los adultos que, supuestamente, no "deberían hacer". Por ejemplo, cuando mi mamá le mintió a mi hermano, para poder llevarme a mi a lo de una amiga. Ella me dijo que no dijera nada, y fue una complicidad con ella que me quedó guardada para siempre.
Claro que ella nunca lo va a reconocer!

Apalabrada dijo...

Qué lindo es el mar y mojarse con lluvia cuando uno tiene ganas, en el verano, por ejemplo.

Una vez le cambié el punto de vista a alguien con respecto a la lluvia de verano.Íbamos en bicicleta y empezó a llover.

Ojalá él lo recuerde, como yo lo hago.

El Profe dijo...

Que lindo... terminé de leer y estaba lleno de nostalgias, recuerdos e imagenes en blanco y negro :P gracias por este momentito de remembranzas.

Un abrazo

Témpera Mental dijo...

:-))))))))

Besos desde este mar.

Lorena dijo...

Me encantó que te hayas llevado de paseo a mi imaginación con tu recuerdo..GRACIAS por compartirlo

Chiru dijo...

bellísimo el recuerdo
(y hace juego con la fotografía)

Anónimo dijo...

Desde que lo ví por primera vez, allá por mis seis años, cada vez que voy a un lugar que tiene mar incorporado a su vida, lo primero que hago es ir a mirarlo. Y esto es: antes de dejar las valijas/bolsos en el depto/hotel que vaya a ser mi morada por esos días.
Si alguien me pidiera la definición de hipnosis, le diría que mire el mar unos segundos y no le haría falta el diccionario.
Lindo relato, Mariposa Technicolor.

Anónimo dijo...

que lindo recuerdo, donia bater. gracias por compartir, nos vemos el sabado si los aero-hados me acompanian. Besos!

Anónimo dijo...

Lo leì casi como si yo hubiera ido caminando tras su abuelo y ud, Bater.El mar es mi lugar favorito, se la pasa llamàndome todo el año a que lo visite en sus amaneceres en sus dìas nublados tambièn; pero la sabidurìa de su abuelo es exquisita.

viole dijo...

un grande su abuelo

unServidor dijo...

No quiero morir sin haber sido ese abuelo. Que tal vez (tal vez) repitió la ceremonia transmitida a los nietos, de abuelo en abuelo, desde tiempos inmemorables.

Anónimo dijo...

bello.

Paula dijo...

Me gusta mucho pasar por acá y leerlos, después de pasado un tiempito. Lectores comentadores, es lindo tenerlos.

Gonzalo Alegre dijo...

El relato es una imagen que se va generando, a medida que voy avanza el relato se va dibujando una sonrisa sobre mi rostro (reminiscencias de algun recuerdo, de haber estado allí) y sentir como la lluvia se lo va llevando...Gracias por el relato.

Gonza
http://gonzaloalegre.wordpress.com/