sábado, octubre 20, 2007
la verdadera nevada es vegetal
Anoche se desató un temporal de viento en Buenos Aires que nos proporcionó durante un par de horas un espectáculo incomodísimo, sobre todo para todos aquellos que aprovechando la cálida noche, se encontraban cenando bajo las estrellas en algún restaurant.
Cientos de copitos marrones con un pinche en el medio provenientes de centenares de plátanos palermitanos cayeron sobre cabezas, platos, churrascos, vasos, botellas de vino, perros atados a postes, cochecitos con sus nenes adentro, transeúntes, señoras que charlaban en la vereda, pibes que se iban de jolgorio y (por supuesto) nosotros.
Ahí en ese instante vine a descubrir que lo que tengo no es una gripe, sino una congestión flor y truco de las vías respiratorias producto no solamente de lo que cae de arriba, sino de lo que alguna vez cayó y nadie recoge. Los porteros lavan sus veredas pero toda la porquería que hay en los cordones, en los huecos del asfalto (se llaman baches, sí, gracias), en los canteros de los árboles, queda ahí, disponible a los vértigos de Eolo, listo para ser repartido por el aire de vuelta para castigar las narices y meterse por el cuello de cualquier porteño.
Si el barrendero saca la porquería nomás del cordón, y el árbol deja caer su subproducto por todos lados las 24 horas del día, la actividad que hoy por hoy llevan a cabo los barrenderos, no alcanza para nada. Telerman, ya te vas, una pena que no hayas llegado a resolver esa pequeña molestia que padecemos los vecinos desde que Thays decidió llenarnos de plátanos muchísimas veredas. Damos por descontado que Mr. Bigote no va a hacer nada por evitar que se llenen las guardias hospitalarias a causa de cosas como esta.
Ah sí, Oesterheld un visionario.