hasta que la muerte los separe

"Lo nuestro se murió, Raúl!" puede ser una buena frase para la campaña publicitaria de este sitio.

Con simpáticas chapitas que dicen "entierra el pasado y avanza hacia un nuevo mañana", "descanza en paz" o "seis pies no es suficientemente profundo" sobre un minúsculo ataúd de madera forrado en terciopelo, podés darle un descanso final a tu fallido matrimonio (simbolizado en tu alianza de casamiento), colocando el anillito que te quedó de recuerdo -ese que yiró por siete alhajeros y tres cajoncitos- en un gracioso estuche y si mejor te place, enterrarlo en una maceta del balcón.

Quien encaró este gracioso sitio que ofrece un modo de resolución tanto física como simbólica de un fracaso matrimonial, es Jill Testa, una señora divorciada de New York que tras declarar que su propia historia de vida la movió a llevar a cabo este emprendimiento, comercializa ataúdes para alianzas a unos U$S 30.- cada uno.

El texto que aclara "había una vez una jovencita que tuvo la suerte de encontrar un hombre a quien creyó su príncipe. Se enamoraron, se casaron, tuvieron hijos, y hubieran vivido felices para siempre, de no haber sido que a 20 años de haber besado a su príncipe por primera vez, ella se dio cuenta de que él se había convertido en sapo" (el original no es exactamente así, pero valga la traición a la fuente) da cuenta de la secuencia que según Jill sucede cuando uno se da cuenta de que el matrimonio se fue al tacho: "negación, enojo, negociación, depresión y aceptación".

¿Qué puede hacer uno con un anillo perimido que es el símbolo de lo que no anduvo? Pues darle sepultura y pasar (uno mismo) a mejor vida... que la que llevó hasta ese momento.
Como dice la Tigresa del Oriente: "¿y por qué no podrá rectificar? Siempre hay un nuevo amanecer. Mientras Dios te da vida y salud, aprovecha para ser feliz." (?)

La nota original la ví en Clarín.