viernes, febrero 08, 2008

cuentos para irse a dormir

...quien no conoce el juicio final, no conoce la posibilidad del fracaso y la necesidad de la redención. Quien no trabaja para el paraíso no trabaja ni siquiera por el bien de los hombres en la Tierra.
- Benedicto XVI
Al principio lo leí y pensé que ese señor me estaba insultando (ver nota).
Después claro, pensándolo desde el deshacer ese trabajito de hormiga con el que me han forjado la infancia a fuerza de deberes, culpas y dogmas, no hay insulto ahí. Hay una cerrazón y una ignorancia tales, necesitadas de esquema dentro del cual encajar todo-lo-que-no-piensa-como-uno, que hacen imposible el insulto, pero sí hacen posible y peligroso cualquier accionar en pro de darle forma a lo que no. Digo peligroso porque cuando no está deslindado ese poder de facto religioso del poder político, se llegan a cometer reales barbaridades sin que nadie levante la mano para decir "eh, ¿y por qué así?". Como si fuera poco, es mucho más difícil en semejantes situaciones, educar para una apertura y un registro amplio de uno -sin miedos, sin recortes- y del otro -sin prejuicios, sin estigmas-.

Uno puede elegir para qué trabajar y para qué no, sobre todo si hablamos del bienhacer y la solidaridad. Desde este simpático punto de vista -cediendo en ese "ni siquiera" ahí que es el quid de la cosa-, cualquiera que trabaje para el bien de los hombres de la Tierra, trabaja para el paraíso. Por esas cosas de la vida, no podés elegir entre filantropía y construcción de la Ciudad Celeste: sos un obrero más de la causa divina de prepo, hasta que te mueras y te vayas al cielo -o a purgar tus cochinos pecados hasta que San Pedro te deje pasar la reja.
A mí, sabrán disculparme, pero del tipo de jubilación que la fe me ofrece, desconfío.
La gracia es que ahora todos los pertenecientes a la grey católica podrán decir "yo no lo voté", pero estarán obligados a creer a rajatabla en la existencia de un infierno a imagen y descripción de su pontífice máximo.

Pero hay más:
El ateísmo de la era moderna ha probado "las más grandes crueldades y violaciones de la justicia" (ver nota)
Con todo el respeto que su opinión me merece, le recomiendo la lectura de alguna que otra obra como Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias -manteniendo al margen la tintura de "leyenda negra" que pudiera dejar traslucir- y el recuerdo de alguna que otra tarea que el Santo Oficio de la Inquisición ha sabido realizar quemando, destruyendo, ninguneando y aplastando todo tipo de pensamiento que no coincidiera con lo canónicamente aceptable, demonizando al diferente del molde, sirviéndose de las armas que da el poder de la construcción ideológica para "redimirlo", "evangelizarlo" y "convertirlo" en una buena oveja del sacrosanto rebaño, o para exacerbar su condición de "pecador" -por ende "malo" y "peligroso"- digno de toda la compasión, caridad y leña que los conversores sabrán destinarle por hereje o pagano en pos de cumplir con su sagrada misión en el mundo (y de paso acumular puntos para la travelpass de la salvación).

Sigo recordando que, para alimentar la paradoja, el actual Benedicto XVI fue nombrado por su antecesor como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, manera moderna de denominar a la Sagrada Congregación del Santo Oficio (otrora "Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición").

Por supuesto que hay temas mucho más importantes que tratar; lo único que me preocupa es esa aparentemente indisoluble unión entre política y religión que hace imposible el abordaje de algunos temas sin que arda Troya.
A todo esto: ¿de qué tipo de "ser bueno" estamos hablando?