domingo, noviembre 11, 2007

a-arre, o la enfermedad de Salvat


Entre los llamados de los oyentes a un programa en una radio colega, estaba el de gab, que hacía referencia a esas cosillas que uno no puede dejar de recordar, aunque los años pasen.
Y no hablamos de primer novio/a, de la cara de un abuelo, o de la voz de la seño de cuarto grado, sino de cosas más extrañas como la "serie enciclopédica de Salvat", que con el correr de los años y al cotejar con otros, descubrimos nada inverosímil de padecer.

La "serie enciclopédica de Salvat" era la inscripción que figuraba en el lomo de cada uno de los tomos que componían la enciclopedia (ver arriba), y que podían ser leídos de corrido configurando un extraño mantra sin significado. Algunos fanáticos la repetían mientras saltaban a la soga, otros la usaban para contar cuando jugaban a la escondida, algunos gustaban de juntarse nomás para gritarlo, como canto tribal. La cuestión es que más de uno lo sabía, y uno, infeliz mortal que se piensa "rarito", comparte sus extrañas fijaciones con más de un ser humano (¡somos gregarios hasta la locura!)

a arre, arre buru buru coqui coqui elec, elec frai frai hugh, hugo lisb, lisc munt;
muñe peca, peca rema, rema supe, supe z


Pequeño índice sintomático y modo de contagio: la "enfermedad de Salvat" se transmitía o bien por contagio primario, o bien por ósmosis dialéctica al tomar contacto con alguna persona afectada por la misma. En mi caso, la responsable fue además de la biblioteca de mis abuelos -cuyas imágenes ilustran este post-, una varicela que me pegué cuando era muy chica, cuyo padecimiento y a falta de otro tipo de bibliografía asequible al consumo intelectual infantil, fue impulsor de una ingesta masiva de impresos de esta índole (nada más inocuo para un niño que una enciclopedia, comparado con otras cosas). Una vez curada de mi varicela, infecté con la "enfermedad de Salvat" a algunos amigos e incluso familiares, que encontraron simpático el recitativo (tan pegadizo como lo es hoy la cumbia del triki-triki).

No había manera de sustraerse al contagio, la listita de sonidos se te pegaba sin querer. Creo que nadie de Editorial Salvat tenía idea del terrible potencial publicitario escondido en esos lomos enciclopédicos, mucho menos tenía idea de que esos doce tomos se convertirían para muchos de nosotros en cierto tipo de "alien familiar" que nos miraba totalmente cómplice desde un estante, compartiendo el secreto: "yo sé la lista, yo me sé la lista de Salvat, me sé la lista y es como saberme casi la enciclopedia, sé el resumen del saber universal" (pensamiento infantil promedio de la época).

Repetir la lista o que se te apareciera en la cabeza de golpe era tan común como salir a la vereda y sin pensarlo mucho, ponerse a caminar solamente por las baldosas oscuras; o saber que el tipito rojo del semáforo de esa calle titila seis veces antes de cambiar y pararse a esperar un semáforo de más para verificar que no ha cambiado y siguen siendo seis, o saber a qué palabra corresponde eso de "ventosidad expelida por el ano".

Pero lo peor: la costumbre del "semepegó, socorroayudemén" silencioso y que no avisa, no es ajena a nuestra cotidianeidad. Hace un tiempo mencionábamos que es prácticamente IMPOSIBLE sustraerse a los hechizos de un nombre, un simple -aunque intrincado- nombre que figura en la pantalla de inicio del Photoshop. Seetharaman Narayanan. Sin necesidad de musiquita de fondo, sin aparato publicitario de por medio, sin nada. Seetharaman Narayanan. Un nombre entre muchos pero que es un imán para el ojo, no podés dejar de mirar que ahí dice Seetharaman Narayanan, no podés despegarte del nombre del tipo y cuando-iniciás-pshop-sabés-que-ahora-viene Seetharaman Narayanan. Otro sticker en la mente, paf, ahí tenés tu post-it cerebral con el nombre del vago ese. Pa ra siem pre, hasta que el Alzheimer nos separe.

La memoria es a veces una suerte de gigantesca puerta de heladera donde quedan pegados los imanes que vamos juntando por ahí. Ni hacemos fuerza para que se peguen, ni somos tampoco tan inocentes en el coleccionado de imanes.
¿Tenés pegado algún mantra, o alguna cosa de esas inexplicables? Podés no ser el único.