Me enfrenté al aparato ya con mala cara.
Disqué el número de atención al cliente y me dispuse a esperar mientras pensaba en lo arbóreo que me iba a resultar ese llamado. "Si ud. desea A marque 1. Si ud. desea B, marque 2. Si ud. desea C, marque 3". Marqué 3. "Para tal cosa, marque 1. Para tal otra, marque 2. Para tal otra, marque 3". Marqué 2. Después resultó que no era 2 porque aparecí en una especie de callejón sin salida, pero no había opción para volver atrás, entonces cortar y empezar de nuevo. "Gracias por comunicarse al servicio de atención al cliente de Porquería Enterprises. Para tal cosa, marque 1. Para tal otra, marque 2. Para planes de Porquería, marque 3".
Y así como cuatro veces hasta que logré hallar a un ser humano (perdido en el fondo del laberinto, me lo imaginé en un escritorio digno de "Las tumbas de Atuán"), que por lo menos algo pudo responderme: que el sitio web de Porquería no tenía la opción que yo necesitaba porque "así era antes, ahora no, que una vez abonada la factura llame otra vez para corregir ese dato. Mientras la factura esté impaga no me deja el sistema".
Luego de agradecerle por la información, corté pensando en por qué no podremos ir tirando piedritas por el llamado para no perdernos, o atar un hilito en el audio ni bien nos atiende la primer máquina, para poder hacer el caminito de nuevo a modo de modernos Teseos buscando nuestra salida de tan espantoso laberinto.
La próxima anoto todas las opciones que voy marcando, como solemos anotar en casa los trucos de los jueguitos para pasar más rápidamente de pantalla.