Tuli

Caminar con una maceta de la cual sale un precioso tulipán por Cabildo y Echeverría da coraje.
No sé para qué, pero da coraje.
Uno se siente un poco más inmune a las vidrieras, a la gente que va apurada, y con el cachete pegado a la flor sintiendo cosquillita de pétalo, piensa en que ese tulipán será quizás uno de los pocos tulipanes de la ciudad que hará un viaje en subte; espera que no se lo aplasten cuando se suba la horda en Palermo, abaraja el diario con una sola mano mientras sostiene con los dientes la tarjeta recién pasada por el molinete.

En el medio del subte un tulipán, perdido entre la gente que me mira como si yo hubiera salido de un circo o tuviera algo raro en la cabeza (cosa que ya todos los que me conocen, saben, pero en el subte nadie se da cuenta).
Gente que me mira, pero no sonríe: un tulipán en el subte no cumple con el paradigma de los tulipanes. Tulipanes maceta piso o tierra jardín, tulipanes molino y Holanda, tulipanes subte no. Tulipanes subte no, pero no me empujan, no aplastan tulipán. Tulipán armadura, tulipán rojo, gente respeta tulipán de sangre ojo rojo en su varita verde.

Tulipán y yo bajamos, subimos, escalera y salimos.
Tulipán se llama Tuli ahora, porque ella le puso nombre.
Tuli duerme sobre la mesa de la cocina un ratito, hasta que se lo lleven al balcón a pasar su primera noche en otro barrio.


Post original del martes 15 de agosto de 2006